Menu

La sobrevaloración del fracaso

28/07/2014

(Este post ha sido publicado en Sintetia el 28 de Julio de 2014 )
Acabamos
de cerrar una startup en la que una serie de amigos invertimos para probar y
para aprender. Era una de estas startup manufactureras para reindustrializar el
país. Apostamos por una persona experta, innovadora,  honesta y trabajadora para liderar un proyecto
en un sector clásico al que aportábamos soluciones innovadoras. No ha salido
bien. Somos una de ese 75% de nuevas empresas que han fracasado. Y nos toca
aplicarnos la lección,  nosotros que
tanto predicamos.  
Y
¿por qué no ha funcionado?  Por detalles
que juntos forman un clásico de fracaso emprendedor.  El business plan fue mentira como lo son
siempre, pero no nos sirvió ni de guía para pivotar cuando abandonábamos la
ambición inicial. Culpa nuestra. El líder del proyecto no supo hacer equipo.
Culpa nuestra que le dejamos aún sabiendo que emprender es un deporte de equipo.
No supimos cerrar rápido y barato, como mandan los cánones,  al ver que no tocábamos clientes en un tiempo
razonable. Culpa nuestra. Estuvimos demasiado pendientes de unas subvenciones
que la crisis evaporó. Culpa nuestra por pensar demasiado en esas ayudas que
más que espabilar dopan a las startup.  La empresas cierran por qué no venden o por
qué no cobran. Nosotros no supimos/pudimos vender, quisimos entrar en un
mercado para el que se necesitaba una solvencia financiera y de producción de
la que carecíamos. No lo supimos ver con anticipación. La crisis fue una excusa
en el paisaje. Y además, la fortuna, que a veces se presenta y a veces no, en
esta ocasión se ausentó. Cómo es habitual en estos casos estuvimos muchas veces
“ a punto de….”.  Ser muy autocríticos no
excluye pensar que, además, a nuestro proyecto la suerte no le sonrió.
Bien.
Ya está. Hemos fracasado. Ahora se supone que debemos estar orgullos de la
experiencia y sobretodo aprender estas lecciones. Cómo máster de emprendimiento
ha sido muy caro, o sea que deberíamos aprenderlas bien. Nos queda algo muy
positivo: una cura de humildad rotunda, sin paliativos. También haber sabido
mantener la relación cordial entre los socios, a pesar de todo. A algunos el
fracaso les vuelve más arrogantes, no será nuestro caso, nos ha puesto delante
del espejo con realismo.  Qué queréis que
os diga, me parece que Carlos Polo Carlos Polo tiene razón cuando dice que el fracaso está sobrevalorado. El fracaso no nos
deja resignados, pero sí con un gusto amargo transitorio. Pues eso. Hacer el
duelo corto y a volver a empezar con otros proyectos y a demostrarnos que este
es un deporte de equipo que se debe jugar alrededor de clientes reales y no de
subvenciones. Lo sabíamos, pero saber las cosas, no es suficiente.
Al
emprendimiento se le mira distinto cuando se sorbe un trago de fracaso y se
pierde dinero de tu bolsillo. Se ve con menos papanatismo pero también con la
lucidez que a veces produce el desengaño. Ahora que nos duele, ahora que
sabemos en lo que nos hemos equivocado, ahora sabemos mejor que nunca que este
es el camino. Pero no es un camino para recorrer a medias. Es un trayecto que
exige miradas y dedicación constante, pasión sin límites y mucho liderazgo. Lo
volveremos a intentar sabiendo que además de poner algo de dinero le deberemos
prestar más atención y que quizás volveremos a fracasar, pero lo haremos con
todas las ganas de ganar.  Además tenemos
el incentivo de que en otros proyectos nos ha ido mucho mejor. El fracaso no
nos hace desfallecer,  esperemos que nos
haga mejores para la próxima vez, pero por descontado, el fracaso de agradable,
no tiene nada. 
(La imagen pertenece a una obra de Piero di Cosimo)