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Gestionar lo innecesario

27/01/2013

Me
gustó mucho una frase pillada al vuelo de una entrevista en La Vanguardia
(11.01.13) a Ignacio Vidal Folch en el sentido que a partir de los cincuenta
años nadie debería hablar mal de los demás. Hay muchas ofensas y muchos
desprecios innecesarios en nuestra vida, personal y profesional. Y si lo
miramos con perspectiva, se perciben todavía más innecesarios. No quiero decir
que no debamos ser capaces de la contundencia ante comportamientos
reprochables. Me refiero a estos pequeños destellos de desdén, a la tontería
profesional, a la incapacidad de agradecer. 
Me refiero a las veces que juzgamos sin venir a cuento, o a ese adjetivo
de más que delata una cierta soberbia que vive profunda. La falta de finezza en el trato a los demás, en el
manejo de tonos inapropiados. A veces el exceso de elogios vuelve una situación
en artificial innecesariamente. Menos es más, también el respeto a los demás;
menos, pero oportunos y sinceros.
Los
líderes solventes son gente que evita lo innecesario y se vuelca en una lógica
de servicio y de respeto. Efectivamente, hay un momento en la gente presenta
una humildad real, para nada impostada y evita lo innecesario. Desde luego,
evitar lo innecesario es una muestra de madurez.