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La inconsistencia

08/06/2012

Jim
Collins  (www.jimcollins.com)  es un estudioso del management que ha sabido
explicar muy bien el porqué caen algunas de las grandes empresas que parecían
llamadas a la eternidad. Una de las patologías que presentan esas empresas,
según  Collins, es la de la
inconsistencia. La falta de consistencia lleva a las organizaciones a la
mediocridad, al reino de la apariencia más que al de la coherencia. Quisiera
hacer una prolongación personal a la idea de inconsistencia de Collins.
Un
síntoma de inconsistencia es la pérdida de empatía con los clientes, si son
empresas, o con los usuarios, sin son organizaciones públicas. La empatía es lo
que hace que no dejemos nunca de ponernos en lugar de aquellos que servimos, de
aquellos que nos dan sentido. La peor inconsistencia es creerse más importante
que los clientes o mirar por encima del hombro a los ciudadanos de a pie. Las
organizaciones consistentes no se encierran en sus espirales internas, al
contrario, se organizan y reorganizan en función de sus usuarios. Las
burocracias nacieron en las organizaciones para hacerlas eficientes pero cuando
se enquistan en silos y se aíslan son una fuente inagotable de contradicciones
e inconsistencias.
Un
segundo síntoma de inconsistencia es la incapacidad de aplicarse o de concretar
los cambios que se predican. Pasar de una moda a otra, de un tópico a otro sin
que ninguno llegue a ser verdad. La inconsistencia es una epidemia en
organizaciones poco auténticas, dónde las personas, empezando por los
directivos, no son coherentes con los valores que se proclaman. Los ciclos de
los proyectos no son sólidos,  cada vez
es más difícil sostener las expectativas, simplemente porqué nunca se
cumplieron las anteriores. En estas organizaciones, los cambios son gaseosos,
pero las inercias son sólidas y resistentes. A los planes de cambio les falta
esfuerzo, constancia, sentido. La consistencia tiene mucho que ver con el esfuerzo.
Un
tercer síntoma de inconsistencia es la permanencia de liderazgos pusilánimes.
De líderes de los que no se aprende porqué sus lógicas son erráticas. Los
liderazgos consistentes desprenden una coherencia natural, los líderes de
cartón piedra se derrumban ante sus propias proclamas. La consistencia en el
liderazgo es un valor que crece con el tiempo, que mejora como el buen vino.
Pensemos en los líderes de los que aprendemos y pensemos si alguien aprende de
nosotros, es un buen indicador de la consistencia de los liderazgos que nos
rodean.
Una
cuarta y última forma de insistencia es no saber que al éxito hay que tratarlo
siempre como provisional. No cómo fruto del azar, pero como algo que fácilmente
caduca si pierde la consistencia en que basó sus primeros triunfos. La
consistencia hace que pocos se mantengan y solamente aquellos que saben
combinar ambición con humildad, saben sostenerla a lo largo del tiempo. La
arrogancia nos nubla y convierte a organizaciones que parecían indestructibles
en estructuras vulnerables.
Finalmente,
las organizaciones consistentes atraen talento consistente. Es una espiral que
se repite siempre, talento atrae talento, así como mediocridad atrae
mediocridad. 
(la imagen pertenece a una obra de Leonardo Da Vinci)