Algunas
veces, las empresas más que innovar quieren hacer publicidad con su innovación.
Enseñan a sus invitados centros de investigación llenos de ingenieros o científicos
que acumulan conocimiento en
publicaciones o alardean de esos
espacios desenfadados, llenos de sofás , tecnología y futbolines dónde la creatividad
parece el nuevo demiurgo. Se muestra la
innovación como antes las mansiones señoriales mostraban el invernadero lleno
de plantas exóticas. En ocasiones, estoy
convencido que el talento que congregan, que lo hay, se sonroja por exceso de parafernalia.
veces, las empresas más que innovar quieren hacer publicidad con su innovación.
Enseñan a sus invitados centros de investigación llenos de ingenieros o científicos
que acumulan conocimiento en
publicaciones o alardean de esos
espacios desenfadados, llenos de sofás , tecnología y futbolines dónde la creatividad
parece el nuevo demiurgo. Se muestra la
innovación como antes las mansiones señoriales mostraban el invernadero lleno
de plantas exóticas. En ocasiones, estoy
convencido que el talento que congregan, que lo hay, se sonroja por exceso de parafernalia.
El
único escaparate de la innovación es la cuenta de resultados. La única pregunta
que hay que hacer es ¿ qué porcentaje de ingresos y de beneficios está
vinculado a productos y servicios que hace dos años no existían? Lo demás, es publicidad.
único escaparate de la innovación es la cuenta de resultados. La única pregunta
que hay que hacer es ¿ qué porcentaje de ingresos y de beneficios está
vinculado a productos y servicios que hace dos años no existían? Lo demás, es publicidad.
(La imagen pertenece a una obra de Rembrandt)