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Más empatía y menos ego

11/02/2012

La
empatía es una habilidad profesional imprescindible.  Saber ponerse muy rápidamente en lugar de los
demás, sin perder la identidad ni compartir necesariamente sus ideas, es
fundamental. El esfuerzo por entender la lógica del otro es crucial en la vida
profesional (y en la personal).
Algunas
personas tienen la empatía deshabilitada por un exceso de ego. La alta
consideración que tienen de sí mismos les lleva a una lógica en la que los
demás siempre deben ponerse en su lugar, nunca al revés. Consideran que por
status, por sus logros, por su forma perfecta de hacer las cosas, los demás
deben amoldarse a ellos. Me vienen a la cabeza algunos profesionales que llevan
25 años en el mismo nivel de responsabilidad y que si no fuera por su ego tan
desmesurado habrían prosperado mucho más. Están tan preocupados de sí mismos
que un exceso de ego les deteriora el liderazgo y les impide dar respuesta
lúcida a las necesidades de los demás. Un ego excesivo les nubla la visión.
La
empatía no solamente ayuda a la convivencia profesional si no que constituye
una competencia en sí misma. No es posible detectar las necesidades de los
clientes si no entendemos sus perspectivas y expectativas reales. Nos resulta
muy difícil innovar si no comprendemos las necesidades de nuestros
clientes.  Liderar sin empatía es liderar
sin sustancia, es carisma fatuo. Los buenos negociadores son empáticos, saben
jugar al ajedrez con sus fichas y pensar a la vez en los movimientos del
contrario.  Los buenos mediadores son
empáticos, desinflan conflictos porque interceden conociendo la lógica de los
demás sin adoptarla. Una buena relación de socios o aliados requiere empatía y
buscar más el beneficio que dan las trayectorias compartidas que en cada
negocio como si fuera el último.
La
empatía también es muy importante en política. Cuando imagino asambleas locales
de partido dónde casi todos los asistentes trabajan en el ayuntamiento que
gobiernan lo habitual es que les preocupen sus intríngulis endogámicas (de
política, de clientela, de puesto de trabajo y hasta de familias en las que
todos son del partido y todos trabajan en el ayuntamiento de turno) más que
situarse en lugar de los ciudadanos. La empatía política es lo contrario que
repetir consignas. La empatía social es lo contrario que hace el corporativismo
o el sindicalismo irresponsable.
Pero
la empatía no resulta fructífera si es impostada, si está falta de
autenticidad. Hacer ver que nos interesan los demás no es suficiente.  Sugiero que nos entrenemos en ponernos muy
rápidamente en lo lugar de los demás, no para compartir sus ideas o intereses,
simplemente porque un mundo profesional y corporativo con mejores diálogos es
más competitivo y más humano a la vez. La empatía es eficaz y nos hace mejores.
La falta de empatía nos lleva a un juego de egos sin mesura o al puro
corporativismo.
(la imagen pertenece a una obra de Aelbert Cuyp)