Las ayudas a las empresas, en forma de compra (mejor opción), de subvención (buena
opción si son multiplicadoras/ aceleradoras y mala opción si son narcotizantes)
o de crédito (complementarias al mercado financiero) son una parte del contexto
de la empresa. Creemos que estas ayudas no pertenecen al core business ni deben
fundamentar la acción de la empresa (ver post anterior) si no a su contexto. En
cualquier caso, los gobiernos deben
saber que los contextos no son baladíes y que influyen, especialmente cuando se
trata de la toma de decisiones estratégicas.
Por tanto, si los gobiernos son muy disonantes con las ayudas que
prestan a sus empresas respecto a sus competidores territoriales (y hoy la
globalización puede hacer que una empresa que tiene su I+D en Barcelona se
plantee ponerlo en Singapur o viceversa) alteran el contexto competitivo de sus
empresas. Una política de ayudas de riego por aspersión (poco para muchos) no
es ni efectiva ni diferencial. Pero una política de ayudas muy selectiva, muy
estratégica y muy significativa en términos de aceleración sí que puede ser
diferencial y los gobiernos deben saber que suprimir las políticas de
ayudas estratégicas a la innovación puede ser devastador en pocos
años. Insisto no me refiero a las ayudas menores, me refiero a las ayudas
estratégicas. Es cierto que estas ayudas no son el único factor del contexto
empresarial, el conjunto de externalidades territoriales, el ecosistema de
innovación y la disposición de talento son otros vectores clave del contexto,
pero son una parte importante del mismo.
opción si son multiplicadoras/ aceleradoras y mala opción si son narcotizantes)
o de crédito (complementarias al mercado financiero) son una parte del contexto
de la empresa. Creemos que estas ayudas no pertenecen al core business ni deben
fundamentar la acción de la empresa (ver post anterior) si no a su contexto. En
cualquier caso, los gobiernos deben
saber que los contextos no son baladíes y que influyen, especialmente cuando se
trata de la toma de decisiones estratégicas.
Por tanto, si los gobiernos son muy disonantes con las ayudas que
prestan a sus empresas respecto a sus competidores territoriales (y hoy la
globalización puede hacer que una empresa que tiene su I+D en Barcelona se
plantee ponerlo en Singapur o viceversa) alteran el contexto competitivo de sus
empresas. Una política de ayudas de riego por aspersión (poco para muchos) no
es ni efectiva ni diferencial. Pero una política de ayudas muy selectiva, muy
estratégica y muy significativa en términos de aceleración sí que puede ser
diferencial y los gobiernos deben saber que suprimir las políticas de
ayudas estratégicas a la innovación puede ser devastador en pocos
años. Insisto no me refiero a las ayudas menores, me refiero a las ayudas
estratégicas. Es cierto que estas ayudas no son el único factor del contexto
empresarial, el conjunto de externalidades territoriales, el ecosistema de
innovación y la disposición de talento son otros vectores clave del contexto,
pero son una parte importante del mismo.
Cuando
un gobierno renuncia persistentemente a las ayudas a las empresas de modo que
se sitúa muy lejos de lo que otros territorios con externalidades similares
ofrecen, altera el contexto competitivo porque sus empresas dejan de disponer
de las palancas de aceleración innovadora que otros empresas de otros
territorios tienen. En un mundo global, hay que saber ajustar los mecanismos
locales. Los gobiernos deben estimular a sus empresas a la competencia global
y, por coherencia, no deben dificultar esta competencia global situándose a las
antípodas en ayudas a la innovación y crecimiento empresarial de lo que hacen
territorios con los que quieren competir. Los gobiernos que no entienden esto
se olvidan además que las empresas son uno de los principales vertebradores
sociales que existen y una parte imprescindible para la sostenibilidad fiscal
de los territorios. Degradar el contexto
de la competitividad empresarial es una pésima inversión de futuro.
un gobierno renuncia persistentemente a las ayudas a las empresas de modo que
se sitúa muy lejos de lo que otros territorios con externalidades similares
ofrecen, altera el contexto competitivo porque sus empresas dejan de disponer
de las palancas de aceleración innovadora que otros empresas de otros
territorios tienen. En un mundo global, hay que saber ajustar los mecanismos
locales. Los gobiernos deben estimular a sus empresas a la competencia global
y, por coherencia, no deben dificultar esta competencia global situándose a las
antípodas en ayudas a la innovación y crecimiento empresarial de lo que hacen
territorios con los que quieren competir. Los gobiernos que no entienden esto
se olvidan además que las empresas son uno de los principales vertebradores
sociales que existen y una parte imprescindible para la sostenibilidad fiscal
de los territorios. Degradar el contexto
de la competitividad empresarial es una pésima inversión de futuro.
(la imagen pertenece a una obra de autor desconocido de origen francés expuesta en la National Gallery)