Cuando la innovación va en serio, a menudo disloca los esquemas muy jerárquicos
de las organizaciones. Cuando ya no se
trata de tener ideas, ni tan solo de estudiar proyectos, si no que se trata de
ejecutarlos, es frecuente que la estructura organizativa aparezca como un corsé.
La innovación es frecuentemente lateralidad, cooperación entre gente de equipos
distintos de dentro y fuera la organización. Requiere flexibilidad
organizativa, equipos y líderes de proyecto que no responden necesariamente a los
organigramas del negocio actual si no a dinámicas transversales que alumbrarán
el negocio futuro. Por ello, la innovación, si va en serio, y si no se da en
organizaciones realmente convencidas de su importancia, conlleva tensión,
altera los mapas de poder. Encajar la geografía del mañana que todavía no
llegado con la geografía del hoy que todavía no se ha ido, requiere
flexibilidad, mucho liderazgo transversal y un poquito de paciencia.