Las cosas graves a menudo adquieren aspecto de banalidad. Cuando la historia irrumpe en mayúsculas en la agenda personal viene envuelta en una pátina de incredulidad. Nos resistimos a pensar que los cambios nos afectaran. Es como si pudiéramos disimular ante el avance de los acontecimientos. Tenemos nuestras inercias, nuestras cuitas personales, nuestras vacaciones. Entonces, igual que una gota malaya, los titulares de periódico van perforando nuestro ánimo y nos empequeñecemos en nuestras agendas personales y profesionales con la convicción que no podemos hacer mucho de sensato y, especialmente mucho de eficaz, para detener unas agendas en mayúscula que están descontroladas. He tenido esta sensación viendo como avanzaban las patéticas negociaciones en USA por la ampliación de su deuda o como se ceban los especuladores con la deuda española.
Mantengo la convicción, en esta hora grave, que el mayor compromiso es emprender. Desplegar proyectos, innovar en empresas y administraciones, crear nuevas empresas, hacer crecer empresas, impulsar la ocupación. Creo que este es nuestro compromiso más serio, una forma de luchar contra la agenda de la adversidad y creo que es más efectiva que otras más ruidosas y mediáticas. Emprender en la senda de una economía sensata, que reduzca desigualdades, que no socialice las pérdidas de los especuladores y que premie aquel que arriesga personalmente para construir empresas sensatas. Emprender en silencio, sostenidamente, seriamente.
Nos toca huir de la parálisis y recordar que los que emprendieron en mayúsculas encontraron oportunidades ante agendas adversas dónde otros simplemente percibían amenazas. Nos toca reaccionar ante nuestra hora grave. Es un modo de enfrentar la agenda personal y profesional a la agenda de la adversidad, es lo más eficaz, es la que podemos controlar con nuestro esfuerzo, nuestro riesgo, nuestros aciertos y nuestros errores.
(El fondo pertenece a V. Carpaccio, siempre uno de los mejores fondos arquitectónicos de la pintura veneciana).