La realidad es poliédrica, en el mismo momento que hay empresas que tienen un cuadro dramático otras viven sus mejores resultados, dependen de los mercados en los que estén, de su porfolio de productos, de su calidad, de su capacidad innovadora, etc. No a todo el mundo le va mal, hay empresas que han tenido un gran 2010. Igualmente no todas las administraciones viven los ajustes con la misma radicalidad.
Pero hay ocasiones en la que es necesario tomar consciencia de la realidad y admitir que la crisis afecta seriamente y se impone tomar decisiones incómodas, ya sean personales, corporativas o políticas. Y en este contexto de crisis hay gente que se niega a admitir la realidad, huye de su realidad o la afronta con poca resiliencia. Por de pronto ya sabemos que esta no será una crisis corta y debemos aprender a vivir con ella e involucrarnos personalmente en su superación.
En la empresa cuando cae la facturación hay que tener indicadores claros y tomar medidas ágiles y suficientes para proteger la viabilidad de la empresa en la dimensión que la nueva realidad permite. Es mejor una empresa menor que una empresa cerrada. A la vez hay que tener una actitud muy innovadora para aprender a estar en los mercados de otro modo. La crisis puede darnos oportunidades en terrenos que no habíamos imaginado antes.
En las administraciones el recorte presupuestario ha sido duro. Muchos lo toman como una anomalía pasajera pero no lo aceptan como un nuevo paisaje en el que transitar ofreciendo el máximo valor posible con muchos menos recursos y con plantillas de personal sobredimensionadas. Se impone la innovación radical, hacer lo mismo con menos dinero y más demanda de servicios públicos es encaminarnos a la frustración colectiva. Hay que reinventar el modo de hacer las cosas en el sector público. No la espero, pero se impondría una reforma radical.
En lo personal, hay gente que no toma consciencia que tener trabajo en un entorno de desempleo tan acusado no deja de ser una suerte que hay que cultivar. No hay que tolerar la indolencia, es un momento de esfuerzo colectivo y en las administraciones y en algunas empresas hay todavía demasiada gente que no quiere leer la realidad y se comporta irresponsablemente. Cuando veo algunos sindicatos que se comportan como verdaderos consultores expertos en que la gente trabaje lo mínimo y combine todas las prebendas posibles tengo la convicción que tampoco asumen la realidad.
En lo político, los partidos que aspiren a la centralidad deben incrementar su capacidad pedagógica (es complicado admitir y explicar porqué somos más pobres de lo que ellos mismos pregonaban) y alejar la tentación demagógica (todo es posible, una cosa y la contraria). Hay que exigir responsabilidad a los que gobiernan y los que lideran la oposición. Parece claro que la lógica gobierno – oposición pesa más que las inercias ideológicas. En Europa, mantener el estado social es imposible sin un cambio de paradigma que permita competir con Estados Unidos y con Asia. Europa debe uniformar todavía más sus políticas si quiere continuar siendo un espacio de bienestar, porqué las diatribas locales no ayudan nunca a superar los corporativismos.
Hay gente que asume que la salida de la crisis también depende de su esfuerzo y de sus decisiones. Hay gente que simplemente piensa que todo depende de los demás, del gobierno, de su empresa, de su jefe. La proporción de gente que asume una realidad adversa y se implica personalmente en la salida de la crisis es lo que hará más o menos competitivo un país, una empresa o una administración.
(la imagen es de Andrea del Sarto)