Innovar no consiste necesariamente en sofisticar. Cuando alguien incorpora, por ejemplo, nuevas opciones a un software del que la gran mayoría de usuarios usan un pequeño porcentaje no lo hace para nada más que para renovar un relato comercial que le permita captar la atención del deseado cliente. Es innovación incremental, necesaria para el mantenimiento pero nada disruptiva y poco diferencial. Muchas veces la innovación más eficiente y disruptiva no ha sido tecnológicamente compleja, otras veces, sí. Cuando Whirpool hizo neveras más pequeñas y robustas para los garajes dónde los aficionados al bricolaje pasan horas hizo una innovación más por simplificación que por sofisticación. Generar más complejidad tecnológica no siempre es necesario ni valorado por el cliente. Pensar en grande o crear la diferencia no es sinónimo de sofisticar. La innovación eficiente es la que genera diferencial de valor y logra lo fundamental: que el cliente lo compre distinto.
La imagen es otro fondo del Angélico.