Todos los indicios apuntan a unos presupuestos públicos muy disminuidos. La capacidad de endeudarse de las administraciones ha llegado al límite. Hay un círculo vicioso que es fácil de describir: caen los ingresos fiscales, tanto el Estado como las entidades financieras deben hacer frente al gran endeudamiento acumulado y hay 4 millones de parados a los que asistir que pesan como una losa en los presupuestos públicos. El dinero público para nuevas iniciativas de corte Keynesiano se ha agotado y todos los capítulos presupuestarios de ayuda a las empresas (que son las únicas que pueden reducir el paro) caen en picado. Esto significa que las empresas españolas van a tener que hacer frente a la crisis ante empresas de otros países que reciben muchas más ayudas para innovar o para globalizarse. La deuda y especialmente el paro, van a ser plomo en el ala de la economía española durante años. Una economía que desde hace mucho no mejora su competitividad.
Ante ello y a nivel de empresas privadas habrá que hacer un gran esfuerzo para que el círculo virtuoso de crecimiento empresarial y generación de empleo no se derrumbe ante las dificultades de financiación de las empresas y ante la falta de ayudas públicas. Toca espabilarse y esforzarse, ser muy innovador y pensar en grande para ser competitivo en un mundo global. No es hora de autocomplacencias.
En lo que se refiere a las políticas públicas pueden ser de tres tipos:
1. Burbuja.
a. No son capaces de entender la gravedad del momento. La crisis continúa siendo un dolor de cabeza que pasará. Los debates se centran sobre un mundo que ya no existe, con unos recursos que ya no existen protagonizados por unos agentes que no quieren leer más que sus viejos esquemas de siempre.
b. No se rompen inercias presupuestarias ni se cuestiona ortodoxias, como la de que en el sector público no se puede despedir a nadie. Hay menos dinero pero no cambian los patrones de fondo. La administración es una burbuja que cada vez tiene menos que ver con el mundo real. No se rompe el círculo vicioso.
c. El cambio real es cosmético, todo sigue igual pero con menos dinero.
2. Contemplación.
a. Hay capacidad de entender que algo estructural y no solamente coyuntural está aconteciendo. Se toman medidas reactivas para no agravar la situación a dictado de organismos y mercados internacionales. Los discursos suenan mejor, pero las prácticas son de poco impacto o prisioneras del pasado.
b. La administración no es una burbuja pero no tiene capacidad de innovación real, sabe que debería cambiar muy seriamente pero a duras penas frena la deriva corporativista que la atenaza y no va más allá de políticas paliativas de la crisis. Se contempla el mundo real pero hay más capacidad de descripción que de intervención. Todo queda en diagnósticos.
c. Hay cambio de discurso pero poco cambio real.
3. Palanca
a. Se afronta la necesidad de un cambio de modelo en nuestra economía y en la administración. Se prioriza la economía productiva y se favorece a aquellas empresas que crean empleo y están en una senda realmente competitiva a nivel global aunque esto signifique renunciar a dinero en otros ámbitos de gasto público.
b. Se toman medidas de impacto de acuerdo con la seriedad del momento y se busca entrar en un círculo virtuoso. Se priorizan los recursos para políticas de generación de empleo sostenible a través de las empresas, se mantienen los básicos asistenciales del Estado pero se ajusta el Estado del Bienestar a lo sostenible y se apoya al que se esfuerza, al que arriesga y al que innova tanto en el ámbito empresarial como individual. El Estado ayuda más a los que no lo esperan todo del Estado y crean valor, y el Estado es más renuente con aquellos que lo esperan todo cómodamente del Estado sin esfuerzo ni riesgo personal. Debe haber más futuro para los que se esfuerzan que para los que se acomodan.
c. Hay un cambio real que empieza por un gran cambio cultural.
Creo que nos movemos entre políticas burbuja y políticas de contemplación, pero necesitamos liderazgos sólidos que sean capaces de impulsar políticas palanca.
Hoy, más que nunca, ser empresa es riesgo y esfuerzo y hoy, más que nunca, la política debería ser pedagogía y valentía en la toma de decisiones. En la empresa y en la política vivimos momentos de cambio profundo.
Necesitamos leer la realidad aunque no nos guste y actuar para aportar soluciones cada uno desde nuestra responsabilidad individual. Quejarnos en soledad o colectivamente es un ejercicio comprensible pero poco productivo.
(La imagen es un detalle de Daniele de Volterra)