Tenemos una cierta tendencia natural al sobrediagnóstico, le damos vueltas a las cosas hasta recrearnos en el matiz. Algunas veces he bromeado diciendo que somos campeones del mundo en diagnóstico. Es evidente que un diagnóstico equivocado precede a una intervención errónea. Pero un diagnóstico infinito sitúa las intervenciones fuera del tiempo, las minimiza o inutiliza. Prefiero diagnósticos ágiles y expertos, y pasar rápido a la acción y la innovación. Lo cierto es que muchas veces el diagnóstico ha pasado a formar parte de las inercias de nuestro paisaje corporativo, hacer otro DAFO en muchas organizaciones es ya un liturgia repetitiva, interesante pero poco transcendente. Es el cambio el que da sentido al diagnóstico y no al revés.
(la imagen es un detalle extraído de un de los muchos San Jerónimos que pintó Jan Sanders Van Hemessen)