Trenes, aviones, estaciones, aeropuertos, antesalas, minutos de espera no previstos son magníficos espacios de tiempo para pensar y escribir. Si no escribimos, al menos en mi caso, todo se diluye al querer recuperarlo, se pierden detalles y expresiones en los flecos de la memoria que eran la gracia de las ideas o proyectos. Hay que tener la tecnología (y de eso nos sobra) para crear escenarios de trabajo casi en cualquier lugar. El pensamiento no escrito es fácilmente débil y efímero.
Hay escritores que trabajan en escenarios insólitos e inspiradores, nosotros solamente somos gestores que trabajamos en escenarios robados al tiempo, en cualquier parte.
(La imagen, estos ojos sobre azul, es de Huber)