La forma en cómo entendemos una empresa es importante. Hay dos tipos de concebir una empresa, como un conjunto de personas y procesos destinados a crear exclusivamente un producto o servicio, o un como una comunidad que sabe aportar valor en el proceso, más o menos complejo, de convertir un input en un output más allá de su producto de origen. Evidentemente evolucionar una empresa haciendo una cosa completamente distinta para la que fue creada es un gran reto. No es fácil pero no es imposible y, a veces, su única salvación. Hay ejemplos. Se trata de dar prioridad al talento, de tener capacidad de resolver problemas y organizar procesos de distinta índole, y tener mucho pulso comercial.
Sin este concepto de empresa input – output, Sony hubiera cerrado su fábrica en Cataluña (Viladecavalls) y 1000 personas hubieran quedado sin trabajo, en cambio, con esta concepción más transversal y funcional de lo que puede hacer una empresa, dos compañías catalanas han comprado la fábrica de Sony para hacer en ella productos muy distintos a los que hacía la marca japonesa. Lo que han comprado es una cadena de resolver problemas y desarrollar procesos complejos fabricando productos competitivos gracias al talento. El hecho constituye un gran reto, una apuesta de riesgo que no solamente mantiene 1.000 puestos de trabajo si no que sostiene un tejido empresarial muy rico que tiene mucho que ver con la capacidad competitiva de los territorios. Esperemos que el ejemplo de Sony se convierta en un caso de éxito de los que se estudian en las escuelas de negocio.
(la imagen es de D. Jacobsz)