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Una administración pública sin EREs

17/09/2010

Las administraciones públicas pueden perder una enorme eficiencia al no acompasar su ajuste presupuestario con un ajuste de su personal. Todo se reduce menos el capítulo 1. Es axioma. El margen de maniobra tiende a cero (sumando capítulo 1 y compromisos adquiridos). A veces, los planes de ocupación hacen que estas mismas administraciones no solamente tengan la misma gente para gestionar un presupuesto significativamente menor si no que tengan más gente. Para algunos, lo mismo da, es mejor que estén en las administraciones que engrosando la lista del paro. Evidentemente a nadie le gusta imaginar más paro. Pienso en ello en voz alta.

Las organizaciones tienen que vivir la tensión de generar valor eficientemente y lo que viven hoy las administraciones no apunta en esta dirección. Las personas deben tener un proyecto profesional más allá del de la seguridad. El sistema de presiones e incentivos necesario en toda organización caerá en las administraciones (si cuando no se aporta valor no pasa casi nunca nada) y si cuando hay recortes salariales, son lineales, sin dejar espacio a una meritocracia sólida. El rendimiento no puede ser un valor relativo. El talento de verdad acabará cansándose y huyendo.
Las administraciones son vistas como el refugio de seguridad (el valor fundamental, por encima de cualquier otro valor) en un mundo en el que resto de la gente vive en una gran movilidad profesional y a menudo tiene que afrontar cambios muy serios. La falta de movilidad alejará a las administraciones del talento (que se desarrolla precisamente en entornos de alta movilidad). Es una lástima. Las administraciones, a diferencia de las empresas, no son corregidas por el mercado, y acumulan patologías ligadas a su propia inmortalidad.

No comparto, y en eso me repito siempre, los tópicos sobre el funcionario. Conozco a grandes profesionales de la gestión pública, que trabajan mucho y ponen compromiso y esfuerzo y tengo miedo que dimitan porqué los necesitamos mucho, igual que necesitamos gente de talento que quiera dedicarse a la política. También conozco unos cuantos cantamañanas, pero eso no es exclusivo de las administraciones. En este tema parece que nadie se atreve a hablar claro. Un alto responsable de un ayuntamiento español importante me confiesa que calcula le sobran entre un 15 y 20% de personal. Un secretario general de un departamento de un gobierno autónomo me dice que su principal frustración es trabajar en una organización de 4.000 personas en la que no hay ningún tipo de movilidad profesional (el mismo diagnóstico al que llegué yo mismo cuando estaba de directivo en la universidad) y dónde no puede cambiar a gente que ostensiblemente no aporta nada por mucha menos gente que aportaría mucho más.

Aislar la administración de la movilidad profesional no es bueno para la gestión pública, al contrario, será letal. Aislar la gestión pública del concepto de creación de valor y no recordar que de su agilidad y solvencia depende la competitividad general tampoco es bueno. Necesitamos una gestión pública de gran calidad, innovadora, con profesionales cualificados, entregados y motivados (que los hay y no son pocos), retribuidos en términos de mercado y con una evaluación normal de su rendimiento que traiga consecuencias normales. Necesitamos que los que no rinden no contaminen la administración de ineficiencia y necesitamos gente que viva la tensión de ofrecer valor permanentemente. No se arregla la competitividad colectiva manteniendo artificialmente superpoblada la administración y dejándola al margen de la movilidad profesional. Necesitamos proteger la gestión pública de un exceso de corporativismo que la ahogará en la ineficiencia porqué sin gestión pública de calidad no hay competitividad general. Hay que defender a la función pública de sus ortodoxias más obsoletas, es fundamental. No me gusta pedir cosas a los políticos, es el recurso fácil, pero en esto, todos deberemos poner mucho coraje, ellos también.

(el detalle es de una pintura de Bart. d’Eyc)