Antes recorríamos las librerías del París cercano a la Sorbona o deambulábamos por Charing Cross Road en Londres. Estar en la Strand de New York era como peregrinar a una catedral. Dedicabamos horas a libros que nos inspiraran futuros. Luego aprendimos el valor de la serendipia a base de golpear google una y otra vez. Buscamos, buscamos, buscamos, sin saber exactamente dónde encontraremos un atajo al futuro. Y sin embargo, nos decía Drucker que hay que aprender a ver el futuro que ya ocurrió.
Intentar crear una lectura propia del futuro que ya tenemos a punta de los dedos, arriesgando un camino propio como reto. Las organizaciones grandes y solventes ya tienen todos los informes sobre el futuro, saben todas las tendencias que las grandes consultoras les han anticipado. Pero curiosamente apilar informes no les resuelve el futuro, hay que hacer algo más con ellos.
Con la misma intensidad que recorríamos (y algunos enfermos todavía recorremos) librerías, debemos encontrar nuestra forma de leer informes, de leer nuestras organizaciones, nuestro entorno, nuestra competencia, para poder entender y proponer el perfil de nuestro futuro nosotros mismos, con nuestras palabras, nuestros rayos de lucidez y nuestras ignoracias.
El día que decidimos que más allá de las lecturas necesarias, nuestro futuro lo pensamos y lo expresamos nosotros, asumimos otro grado de compromiso con nosotros mismos.
(estos ojos fueron pintados por Giorgione)