Algún día volveremos a escribir cartas de puño y letra. No porqué lo necesitemos, si no por gusto, porqué sabremos que nuestro receptor apreciará el tiempo que hemos invertido en ellas. Quizás nunca conseguiremos reproducir la emoción que producían las cartas que viajaban por los mares y llegaban semanas o meses después a su destinatario. Abrirlas era un placer o un dolor casi físico. Volveremos a las cartas porqué lo consideraremos una forma artesanal y tangible de trasmitir mensajes especiales. Cartas de sello y cartero. Será una comunicación distinta, especial. La comunicación ordinaria será por la maravilla mecanizada del correo electrónico (que también pueden incorporar mucha emotividad), pero las cartas escritas a mano tendrán otro significado, llevarán nuestro tiempo incorporado en nuestra caligrafía. Y dedicar tiempo a alguien es la forma más alta de respeto y aprecio.
(el detalle es del gran Vermeer)