La cultura corporativa es la forma en cómo una organización produce y se produce, es aquel conjunto de rasgos de personalidad que son percibidos por sus clientes, por sus colaboradores, por sus proveedores y por los propios profesionales. ¿Qué mix compone la cultura corporativa? ¿Cómo se manifiesta la cultura corporativa?
– A través de la orientación de la empresa hacia los clientes, o hacia la tecnología o hacia ellos mismos (una patología no exclusiva de las administraciones!!!!).
– A través de la disponibilidad a colaborar con otras organizaciones, a su nivel de apertura.
– A través de tendencia a desarrollar el trabajo individualmente o a primar las actividades de equipo.
– A través de la forma en cómo se tiene acceso a la información dentro de la organización y se comparte el conocimiento (cómo se gestiona la formalización del conocimiento explícito o el conocimiento tácito).
– A través de cómo ser expresan las relaciones de poder y cómo inciden en los procesos de toma de decisiones (nivel de autonomía, tendencia al empowerment o centralización).
– A través de lo que la empresa considera que es un coste o es una inversión.
– A través de la forma de estar en la empresa (horarios, rigidez o flexibilidad con el nivel de sincronización profesional). La forma de consumir el tiempo y el tempo que emplean es un rasgo muy característico de las organizaciones.
– A través de la forma de comunicar (nivel de transparencia u opacidad interna y ante los medios).
– A través de la cultura vinculada al cambio y en referencia a los bloqueos corporativos o sindicales, cómo se gestiona el balance de derechos y deberes en referencia a los cambios externos e internos.
Hay mucho más, cómo el papel de los fundadores o de los accionistas, cómo el sedimento que dejan los liderazgos significativos o las ortodoxias importadas de cada sector.
Gestionar la cultura corporativa no es menor. No lo es a la hora de impulsar la innovación abierta y superar el síndrome “y-a-mí-estos-que-me-van-a-contar”. No lo es a la hora de impulsar proyectos de alta transversalidad. No lo es a la hora de crear nuevos modelos de negocio. No lo es a la hora de intensificar la orientación a cliente. No lo es a la hora de aceptar una mayor diversidad interna.
Cuando topamos con la cultura corporativa es que los retos son importantes y hay que gestionar bien el cambio porque es un intangible que se tangibiliza fácilmente en forma de resistencia.
– A través de la disponibilidad a colaborar con otras organizaciones, a su nivel de apertura.
– A través de tendencia a desarrollar el trabajo individualmente o a primar las actividades de equipo.
– A través de la forma en cómo se tiene acceso a la información dentro de la organización y se comparte el conocimiento (cómo se gestiona la formalización del conocimiento explícito o el conocimiento tácito).
– A través de cómo ser expresan las relaciones de poder y cómo inciden en los procesos de toma de decisiones (nivel de autonomía, tendencia al empowerment o centralización).
– A través de lo que la empresa considera que es un coste o es una inversión.
– A través de la forma de estar en la empresa (horarios, rigidez o flexibilidad con el nivel de sincronización profesional). La forma de consumir el tiempo y el tempo que emplean es un rasgo muy característico de las organizaciones.
– A través de la forma de comunicar (nivel de transparencia u opacidad interna y ante los medios).
– A través de la cultura vinculada al cambio y en referencia a los bloqueos corporativos o sindicales, cómo se gestiona el balance de derechos y deberes en referencia a los cambios externos e internos.
Hay mucho más, cómo el papel de los fundadores o de los accionistas, cómo el sedimento que dejan los liderazgos significativos o las ortodoxias importadas de cada sector.
Gestionar la cultura corporativa no es menor. No lo es a la hora de impulsar la innovación abierta y superar el síndrome “y-a-mí-estos-que-me-van-a-contar”. No lo es a la hora de impulsar proyectos de alta transversalidad. No lo es a la hora de crear nuevos modelos de negocio. No lo es a la hora de intensificar la orientación a cliente. No lo es a la hora de aceptar una mayor diversidad interna.
Cuando topamos con la cultura corporativa es que los retos son importantes y hay que gestionar bien el cambio porque es un intangible que se tangibiliza fácilmente en forma de resistencia.
(La imagen es de Felipe Ramírez)