1. La densidad del conocimiento y la capacidad de innovar en el core business de las empresas se ha convertido en un factor clave de competitividad que la crisis económica ha subrayado. Las empresas explicitan más sus necesidades de conocimiento, pero no es evidente que vayan a buscarlas prioritariamente en la universidad. Hay muchos tópicos a revisar en la relación universidad – empresa puesto que hoy nadie tiene la exclusiva del conocimiento.
2. Es una ortodoxia muy cuestionable considerar que las empresas tienen una estrategia clara de I+D+i y saben lo que quieren. Hay de todo. Pero parece evidente que se impone en la interacción universidad – empresa una nueva generación de agentes de relación que piense más en términos de desarrollo de proyectos compartidos que simplemente de transferencia en un sentido clásico. El modelo clásico de OTRI que ordena una oferta de conocimiento a la espera de las demandas de la empresa ha periclitado. El modelo clásico de OTRI no está preparado para la venta consultiva, ni tiene si quiera una orientación clara a cliente.
3. La geografía de la transferencia deja de ser local. La proximidad es siempre un valor pero las necesidades empresariales y las soluciones de conocimiento aportadas por la universidad se limitan mucho si el ámbito es local. Estamos ante la emergencia de procesos de transferencia y valorización global. Esta nueva dimensión global requerirá de agentes capaces de moverse más allá de los ámbitos locales. Hay muchas universidades que no pueden valorizar su conocimiento en un ámbito empresarial local que no da más de sí. El salto geográfico en la valorización del conocimiento puede ser disruptivo. Se necesitan nuevos agentes capaces de gestionar este salto y estos agentes no se improvisan.
4. El paradigma de la innovación abierta, que ya muchas empresas han adoptado, es una oportunidad evidente para las universidades, que requiere herramientas potentes de comunicación, tanto para expresar más claramente los retos de innovación de las empresas como las potencialidades del conocimiento que reposa en la universidad. La comunicación es un factor clave de éxito en los procesos de innovación abierta.
5. La rapidez de acceso a los mercados se ha convertido en una clave decisiva del proceso de innovación de las empresas. La generación de conocimiento tiene su tempo, pero la valorización del conocimiento debe saber adecuarse al tempo de la innovación empresarial si no quiere perder oportunidades. Una buena idea madurada demasiado tarde se queda en invento, no en innovación.
6. La gestión del conocimiento continúa siendo un gran reto para la universidad. Podemos decir claramente que la universidad no sabe lo que sabe (al igual que muchas otras organizaciones). Ordenar este activo y a la vez entender el proceso de integración del conocimiento es clave para poder establecer una relación eficiente entre la universidad y la empresa. Más difícil que ordenar el conocimiento es ordenar las competencias, que va más allá de identificar conocimiento para definir potencialidades de relación y actitudes proactivas ante la misma. Tener un mapa de competencias de la universidad es casi una utopía, pero es una utopía necesaria.
7. Los sistemas de investigación e innovación acostumbran a ser sistemas complejos y a menudo muy redundantes. Simplificar estos sistemas y proveerlos de un nuevo perfil profesional capaz de entender a fondo los mercados del conocimiento es vital. Los sistemas de investigación e innovación requieren talento en la gestión. Se exigen perfiles profesionales poco habituales que deben moverse con comodidad entre una tripleta no menor: conocimiento científico – técnico, capacidad de entender y desplegar modelos de negocio y competencia en desarrollar proyectos vinculados a la administración.
8. Los resultados de la relación universidad – empresa están minados en Europa y Latinoamérica por la falta de movilidad de personas entra la universidad y la empresa. Hay pocas personas que acumulen experiencias profesionales intensas y significativas en ambos lados. Pocos profesores dejan su cátedra para pasar unos años en la empresa y volver, e igualmente es poco habitual que profesionales de la empresa hagan estancias significativas en la universidad. Este falta de movilidad de talento condiciona completamente los resultados e impide romper las paredes de cristal que hacen ineficiente la relación universidad – empresa.
9. La universidad europea y latinoamericana tiene un problema cultural de fondo en relación con las empresas. Tiene dos almas. Un alma muy dispuesta a colaborar estrechamente con la empresa como palanca para generar y valorizar conocimiento de calidad, sabiendo perfectamente dónde están los límites en el mapa de intereses de esta relación. Y un alma muy reticente a las empresas, cuando no directamente antiempresarial que ve peligros de privatización en cada operación que suene a empresa. Las universidades que no resuelvan esta duplicidad que las trastorna no serán significativas a la hora de valorizar su conocimiento.
10. Hemos asistido en la última década a la emergencia de un mercado de conocimiento que ha madurado y se ha hecho más complejo y global. Esto ha afectado a la competitividad de muchas empresas que se han visto envueltas en dinámicas de globalización más rápido de lo que pensaban. Y afecta también a muchas universidades que actúan con estructuras que ya no se corresponden con la situación actual del mercado de conocimiento. El debate está en ver este mercado como una amenaza o una oportunidad. Mientras algunos se pasarán la vida discutiendo esta diatriba, otros simplemente, ocuparán el mercado.
(el dibujo es de Alexandre de Riquer)