La gestión empresarial y profesional está llena de miedos que cada uno vive internamente como puede y sobrelleva con la mejor dignidad posible. Tener miedo es natural, forma parte de nuestro paisaje interior y debemos afrontarlo, eso sí, no debemos dejar que nuestros miedos nos bloqueen. Simplemente son sensaciones que nos deben hacer pensar, son presencias emocionales en procesos de decisión racionales. Ahí nos movemos y entre emoción y razón el miedo se cuela, es normal, pero no debemos evitar que nos impida desarrollarnos como profesionales o empresarios.
Comparto con vosotros miedos que he sentido en algún momento de mi vida profesional, si queréis, podéis cambiar la palabra miedo por respeto o por incerteza, también me vale, a veces es cuestión de intensidad:
1. Miedo ante el reto. Respeto al desafío. ¿sabremos salir de ésta? A veces el reto es como una gran montaña en la que no vemos caminos claros.
2. Miedo ante el resultado. Temor a fracasar, a perder. El fracaso no es un trago agradable, aunque si aprendemos de él nos preparamos para futuros proyectos, el miedo al fracaso es habitual.
3. Miedo ante el proceso. Miedo a montar mal las cosas, a plantear procesos o estructuras ineficientes. Es un miedo práctico, instrumental.
4. Miedo ante el rol. Sensación de dudar sobre si sabremos estar a la altura del liderazgo que se espera de nosotros, de presentar competencia suficiente. Es el temor a responder a las expectativas.
5. Miedo a la competencia. Miedo a no tener la misma capacidad de innovar o de acertar que los competidores. Que los competidores sean buenos es un incentivo que a veces convive con el miedo a que nosotros no seamos tan buenos como ellos.
6. Miedo al cambio. Temor a salir de nuestra área de seguridad, a no poder refugiarnos en lo que nos sentimos fuertes y nos da sensación de control.
7. Miedo al pasado. Temor a no presentar trayectoria consistente que avale nuestros retos presentes ante los demás. Temor a no ser percibidos como un player idóneo.
8. Miedo ante la responsabilidad personal. Miedo a no poder cumplir con nuestra responsabilidad personal como líderes de equipo, de empresa o simplemente miedo a no poder cumplir con nuestras obligaciones familiares.
9. Miedo ante la reputación. Temor a la insidia, a la maldad, a la falta de escrúpulos, a los que juegan con otra lógica y otra ética.
Seguramente he sentido estos y otros miedos y no me avergüenzo de ello.
El miedo nos acompaña en nuestro quehacer como directivos pero no debe atenazarnos. Para que no nos atenace, debemos entrenarnos con nosotros mismos. Fortalecernos sin endurecernos (encore une fois). Negar el miedo no nos hace más fuertes, quizás nos hace más arrogantes. Tener miedo no nos impide ser líderes o directivos con capacidad de decidir e impulsar cambios o crear nuevos proyectos. Tener miedo no debe impedirnos trasmitir ilusión y seguridad en nuestros proyectos. Recordar cómo hemos superado muchos miedos que ahora nos parecen menores en el pasado nos puede ayudar a no dejar que nuestros miedos actuales se hagan más presentes de lo necesario.
A veces, incluso, una forma de vencer el miedo es no tener miedo a compartirlo.
Comparto con vosotros miedos que he sentido en algún momento de mi vida profesional, si queréis, podéis cambiar la palabra miedo por respeto o por incerteza, también me vale, a veces es cuestión de intensidad:
1. Miedo ante el reto. Respeto al desafío. ¿sabremos salir de ésta? A veces el reto es como una gran montaña en la que no vemos caminos claros.
2. Miedo ante el resultado. Temor a fracasar, a perder. El fracaso no es un trago agradable, aunque si aprendemos de él nos preparamos para futuros proyectos, el miedo al fracaso es habitual.
3. Miedo ante el proceso. Miedo a montar mal las cosas, a plantear procesos o estructuras ineficientes. Es un miedo práctico, instrumental.
4. Miedo ante el rol. Sensación de dudar sobre si sabremos estar a la altura del liderazgo que se espera de nosotros, de presentar competencia suficiente. Es el temor a responder a las expectativas.
5. Miedo a la competencia. Miedo a no tener la misma capacidad de innovar o de acertar que los competidores. Que los competidores sean buenos es un incentivo que a veces convive con el miedo a que nosotros no seamos tan buenos como ellos.
6. Miedo al cambio. Temor a salir de nuestra área de seguridad, a no poder refugiarnos en lo que nos sentimos fuertes y nos da sensación de control.
7. Miedo al pasado. Temor a no presentar trayectoria consistente que avale nuestros retos presentes ante los demás. Temor a no ser percibidos como un player idóneo.
8. Miedo ante la responsabilidad personal. Miedo a no poder cumplir con nuestra responsabilidad personal como líderes de equipo, de empresa o simplemente miedo a no poder cumplir con nuestras obligaciones familiares.
9. Miedo ante la reputación. Temor a la insidia, a la maldad, a la falta de escrúpulos, a los que juegan con otra lógica y otra ética.
Seguramente he sentido estos y otros miedos y no me avergüenzo de ello.
El miedo nos acompaña en nuestro quehacer como directivos pero no debe atenazarnos. Para que no nos atenace, debemos entrenarnos con nosotros mismos. Fortalecernos sin endurecernos (encore une fois). Negar el miedo no nos hace más fuertes, quizás nos hace más arrogantes. Tener miedo no nos impide ser líderes o directivos con capacidad de decidir e impulsar cambios o crear nuevos proyectos. Tener miedo no debe impedirnos trasmitir ilusión y seguridad en nuestros proyectos. Recordar cómo hemos superado muchos miedos que ahora nos parecen menores en el pasado nos puede ayudar a no dejar que nuestros miedos actuales se hagan más presentes de lo necesario.
A veces, incluso, una forma de vencer el miedo es no tener miedo a compartirlo.
(última imagen de homenaje a las arboledas de Santigo Rusiñol)