He tenido la oportunidad de visitar recientemente la Mondragón Corporación Cooperativa, para mí, es un ejemplo de empresa con relato. Su historia siempre empieza con la referencia al Padre José María Arizmendiarreta y su fundación del grupo empresarial en el año 1956. Una historia distinta, un relato potente que explica un conglomerado de empresas que se funde con un valle y con un país. Es un relato de éxito y un relato de responsabilidad social de éxito, ambas cosas a la vez. Al entrevistarme con diversos de sus directivos me di cuenta de que además de relato era un corporación con alma. Todos los interlocutores me señalaron lo complicado que resultan el entramado de relaciones entre las empresas que están vinculadas al grupo cooperativo, pero por su forma de explicarse, percibí en todos ellos una lógica compartida y una cierta transcendencia que sin querer excederme me definí a mi mismo como su alma.
Tener alma no quiere decir no tener conflictos pero provee de una identidad y un compromiso diferencial porqué el alma no se improvisa.
(la imagen es un fragmento de S. Rusiñol)