Una buena idea en manos de una persona u otra puede acabar en innovación o en un proceso infinito de marear la perdiz. Una innovación puede tener éxito o fracasar, entre otros factores, si tiene el equipo capaz de desarrollarla. Una inversión millonaria puede tener sentido si tiene el liderazgo que corresponde a su inversión, una inversión discreta puede ser muy rentable si se escoge bien quién la va a conducir. No es lo mismo. Y sin embargo nos cuesta mucho centrar el debate en talento. Nos incomoda romper inercias curriculares y nos cuesta gestionar las expectativas de los aspirantes. A veces talento supone alterar la jerarquía de las trayectorias, a veces supone apostar radicalmente por la experiencia, o por la creatividad. Normalmente talento es un equilibrio de competencias que se ajusta a nuestros proyectos y que se fundamente en resultados pasados y expectativa de resultados futuros. Talento no es esgrimir exclusivamente buenas notas, es el mix de aptitud, compromiso y resultados.
La gestión del talento consiste en no dejar la pregunta “¿quién lo hará?”, para el final, sino para el principio, y buscar las respuestas en perfiles antes que en apellidos y entornos abiertos más que en círculos endogámicos. Es un gestión de detalle, emocional, artesanal, pero es una clave de éxito rotunda.
Preguntarse quién va a hacerlo no es perder el tiempo, es centrarnos en una parte fundamental de la solución.
La gestión del talento consiste en no dejar la pregunta “¿quién lo hará?”, para el final, sino para el principio, y buscar las respuestas en perfiles antes que en apellidos y entornos abiertos más que en círculos endogámicos. Es un gestión de detalle, emocional, artesanal, pero es una clave de éxito rotunda.
Preguntarse quién va a hacerlo no es perder el tiempo, es centrarnos en una parte fundamental de la solución.
(la imatge és de Meifren)