Hay gente que tiene la vida marcada por un éxito. Hizo algo notable y se gano el reconocimiento colectivo. Este éxito le alentó profesionalmente y toda su vida posterior consistió en reeditar repetidamente el éxito que, una vez, tuvo. A algunos les fue bien y se consolidaron como top managers en no importa qué sector, tenían gran fundamento, pero otros, notaron como poco a poco el brillo de la seducción de sus propuestas menguaba. Al principio, imperceptiblemente, porqué sus pasado prestigio lo disimulaba todo, pero su estrella, de tanto querer resucitarla, se apaga más hirientemente e inexorable. Efectivamente algunos tuvieron éxito y creyeron que podían enseñar. Es probable que la realidad cambiante no aceptara aquellas sus recetas que en otros lares y otras gentes fueron tan celebradas. Para algunos de ellos, el mundo de la empresa o de la política ya no es lo que era y se refugian en el pasado desde dónde se repiten ensimismadamente sus recetas de siempre. Otros en cambio tuvieron éxito y fueron conscientes que lo único que podía mantenerlos como referencia profesional era la humildad y el esfuerzo de volver a aprender, de aprender siempre, incluso hasta llegar a cuestionar las bases de sus éxitos.
En el mundo de la gestión empresarial, enseñar es un deporte individual arriesgado, compartir es un deporte de equipo, aprender es deporte de mantenimiento, saludable, para toda la vida.
Escribo esto después de recibir un fuerte impacto. Un buen amigo, gestor de gran éxito en otros tiempos y al que siempre he respetado, me dice que se encierra en casa porqué las empresas ya no quieren saber nada de estrategia. Le queda poco para jubilarse, vive de los ahorros. Le diría que si se ilusiona en volver a aprender volverá a poner en valor su brillante trayectoria, pero no le veo con fuerzas, se ha enfadado con el mundo. Para mí, es una lección difícil de olvidar. No consigo apartar de mí el tono de su voz de derrota. Es una lección triste, pero una lección importante.
En el mundo de la gestión empresarial, enseñar es un deporte individual arriesgado, compartir es un deporte de equipo, aprender es deporte de mantenimiento, saludable, para toda la vida.
Escribo esto después de recibir un fuerte impacto. Un buen amigo, gestor de gran éxito en otros tiempos y al que siempre he respetado, me dice que se encierra en casa porqué las empresas ya no quieren saber nada de estrategia. Le queda poco para jubilarse, vive de los ahorros. Le diría que si se ilusiona en volver a aprender volverá a poner en valor su brillante trayectoria, pero no le veo con fuerzas, se ha enfadado con el mundo. Para mí, es una lección difícil de olvidar. No consigo apartar de mí el tono de su voz de derrota. Es una lección triste, pero una lección importante.
(La imagen es de Andrea del Castagno)