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¿empresarios frente a funcionarios?

15/06/2009

Resulta relevante el debate que estos días promueve El Periódico de Cataluña a raíz de unas declaraciones del gran historiador Jordi Nadal indicando que la sociedad catalana se vuelve más acomodaticia y está virando su secular propensión emprendedora por una mayor inclinación a la clase funcionarial. (Al final del post reproduzco el texto de Jordi Nadal). Al respecto, y considerando que este es un reto que afecta a toda Europa y no solamente a Cataluña, propongo algunas ideas para compartir:

1. Enfrentar a empresarios y funcionarios corre el riesgo de caer en el reduccionismo de tópicos que no llevan a ninguna parte. Fácilmente siempre habrá quién reducirá la imagen del empresario a un especulador y la de un funcionario a un parásito. Las cosas, por suerte, son más complejas.

2. Conozco a muchos funcionarios (profesores de universidad, directivos de función pública, médicos) que son grandes emprendedores y que trabajan para transformar la función pública desde dentro. Son gente esforzada, con visión y que no están en la función pública por exclusión sino por vocación. Sufren personalmente la falta de meritocracia y a menudo son penalizados por los guardianes de las inercias menos lucidas de la administración.

3. El drama está en el poco contacto y desconocimiento de entre empresarios y funcionarios. Sería deseable mucha más permeabilidad, muchos más funcionarios que hubieran hecho de empresarios y viceversa, o al menos que estos dos mundos se conocieran mejor. Hay normas y prácticas absurdas que son fruto, simplemente, de esta lejanía. Insisto, y lo he dicho ya otras veces en este blog, que no entiendo cómo personas que no saben lo que es vender sean responsables de compras en la administración, o cómo algunos comerciales desconozcan tan profundamente la administración. Se impone romper este muro sin caer en promiscuidades innecesarias, pero esta barrera cultural hay que superarla.

4. Ser hoy emprendedor es salir de la zona de seguridad y es abrazar el riesgo y el esfuerzo sin esperar reconocimiento social y estos son valores necesarios para la sociedad pero también los son que los maestros, los médicos o los funcionarios de servicios sociales sean buenos profesionales y sientan pasión por lo que hacen. Hay que rehabilitar el respeto por los empresarios, pero también por los maestros o los médicos.

5. Dicho esto, no me parece tan importante ser funcionario o empresario. Lo que me parece más significativo es la forma en la que uno es cada cosa. Se puede ser empresario con mucha responsabilidad social y ser funcionario siendo un impedimento al progreso social. Y al revés, se puede ser empresario explotador y funcionario que aporta gran valor social.

6. En términos prácticos sí que hay una gran diferencia, en general, a los malos empresarios el mercado los sitúa en su sitio, mientras que a los malos funcionarios (que son la desazón de los funcionarios comprometidos y emprendedores) no hay quien los mueva de la silla. Por eso es necesario reformular la función pública, para dejar el liderazgo a la gente comprometida, para instalar una nueva lógica orientada a valor social, a talento y a indicadores de impacto.

7. El empresario es el máximo exponente de responsabilidad individual y el funcionario público también debería serlo. Hay veces que los es, en Cataluña se es muy estricto con la actuación de los Mossos de Escuadra pero parece que en algunos lugares de la administración de justicia se es muy corporativista. Personalmente, creo que la responsabilidad individual es la piedra angular de la arquitectura social.

8. Una sociedad de empresarios sería tan inviable como una sociedad solamente de funcionarios. pero creo que mientras existe una tendencia natural a refugiarse en el funcionariado hay que potenciar los valores de la práctica empresarial más genuina que incluye liderazgo, riesgo, esfuerzo y compromiso social. Premiar lo complejo, premiar los que arriesgan y piensan en grande, valorar a los que han fracasado por emprender, reconocer el esfuerzo, son valores por los que vale la pena luchar.

(Reproduzco de El Periódico http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=621211&idseccio_PK=1006 de 14.06.09 el texto citado de Jordi Nadal:

De la misma manera que se hacen, las famas también se deshacen. Tras imperar por espacio de más de una centuria, el dicho popular los catalanes, de las piedras sacan panes está perdiendo vigencia. Mengua nuestra ambición, crece entre nosotros el espíritu acomodaticio. La enseñanza profesional sigue sin prestigiarse. Los universitarios se decantan cada vez más por los estudios humanísticos y sociales en detrimento de los científicos y técnicos, más rigurosos y exigentes. En un vuelco sin precedentes, los jóvenes catalanes de hoy prefieren emplearse en la Administración pública, que ofrece seguridad y poca exigencia, antes que buscar su oportunidad en la empresa privada. Aversión al riesgo y al sacrificio, seguridad y responsabilidad limitada por encima de todo. Antaño, la condición de funcionario era denostada sin más (¿cobrar del Presupuesto? ¡Un desdoro!); actualmente, la misma condición es vista como una bicoca por la mayoría. Tal inversión de valores, iniciada con anterioridad a la crisis, augura poco bueno.El régimen autonómico, con la Generalitat al frente (podría decirse algo parecido de las diputaciones y los ayuntamientos), está haciendo una contribución decisiva al desaguisado. Montada sobre la prisa y servida tanto en la base como en los escalones más altos por un personal escogido con criterios prevalentemente partidistas, improvisado (con las excepciones de rigor), la Administración catalana presenta, desde su origen, las mismas lacras que la Administración pública española (pesadez, lentitud, errores recurrentes, ineficiencia…), cuando se trataba precisamente de enmendarla y mejorarla. En contrapartida, el sector privado tiene dificultades crecientes para encontrar profesionales y especialistas debidamente preparados y motivados. La función pública le está disputando, con ventaja, parte del capital humano disponible.Visto el panorama, la pregunta surge inevitable: los catalanes ¿somos prisioneros de la disyuntiva prosperidad económica a cambio de decapitación política (la fórmula del siglo XVIII en adelante) o declive económico, al menos relativo, con pérdida de espíritu empresarial, a cambio de autogobierno (la fórmula de hoy).

(La imagen es de Johannes Vermeer)