
1. Austeridad. Imponer la austeridad de lo superfluo, de lo que agrega más comodidad que valor, parece sensato. Hacer una cierta pedagogía de contención desde el ejemplo en lo público es razonable.
2. Innovación. Convertir la reducción presupuestaria en un reto de innovación. Es decir, entender que si las necesidades no remiten (y a menudo las sociales se incrementan) y los recursos son menores, existe un gran reto de innovación, continuar dando valor (al menos a aquello prioritario) de otro modo, aplicando soluciones nuevas concretadas en dinámicas de innovación. El reto es consolidar nuevos modelos de generación de valor público más eficientes.
3. Superar el mimetismo. Venimos de una moda de gestión pública que se ha basado en un benchmarking mal entendido. Cada ciudad y pueblo quieren en casa lo que parece tener éxito en otros municipios sin plantear seriamente si existen las condiciones para ello. Hay muchos ejemplos de ello, el último será el situar parques científicos y tecnológicos en cada esquina. Hay que inaugurar una nueva forma de gestión pública, también innovadora, que busca desarrollar modelos propios y utilizar las buenas prácticas para pensar y tomar decisiones que no sean necesariamente miméticas.
4. Nuevo modelo de generación de valor. El nuevo modelo de generación de valor debe tener como ejes:
a. Incorporar la perspectiva cliente/usuario como pieza clave del proceso de innovación para focalizar prioridades y necesidades.
b. Explorar las propias competencias sobre las que innovar. Basar nuestra mejora en aquello que hacemos bien.
c. Repensar las ortodoxias de cada área administrativa, aquello que sin estar escrito marca nuestras inercias y que quizás podamos replantear.
d. Ejecutar improrrogablemente la administración electrónica (simplemente como manda la ley).
e. Incorporar una reflexión seria sobre lasa discontinuidades que detectamos en el próximo futuro.
f. Aplicar reingeniería orientada a la eficiencia y la calidad (que no es incompatible, al contrario).
5. No perder el factor multiplicador. La salida neo – keynesiana a la crisis se basa en intentar que cada euro público genere un efecto multiplicador en el conjunto de la economía. Y aquí las administraciones deben reflexionar, si el dinero que dedican a efecto multiplicador se basa en poner ladrillo y asfalto, ¿esto como se compadece en la evangelización permanente de que necesitamos una economía basada en el valor añadido? ¿No debería ser más diversa la política pública de dinamización económica?
Gracias por compartir estas líneas. Creo que esta crisis evidencia que no podemos sostener el mimetismo como enfermedad infantil de la gestión pública. Que me perdonen los gestores públicos que ya están vacunados.
(La imagen es de Jan Ten Compe, Delft)