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Promoción económica : menos benchmarking y más diferenciación

10/02/2009

Todas las ciudades quieren tener un campus universitario, un parque tecnológico, una incubadora – si puede ser bio o nano mucho mejor –, ser sede de clústers y atraer talento y empresas, obviamente en un marco de calidad de vida incomparable y un aeropuerto al lado. No hay nada de malo en todo ello, al contrario, son piezas que en lugares y momentos determinados han constituido externalidades muy positivas para el desarrollo económico. Algunos cuando tienen un campus se dan cuenta que no necesariamente les sitúa en el mapa de conocimiento y que en las relaciones universidad –empresa hay mucho de discurso y muy poco de dinamización del mercado local (porque el mercado del conocimiento no es local). Cuando tienen el parque tecnológico – gracias al enésimo parquetazo – se dan cuenta de que trascender las lógicas corporativas aisladas es muy complicado y que los resultados se cuentan con pocos dedos, la mayoría son polígonos industriales con pretensiones y poco más. Cuando tienen incubadora se dan cuenta que casi solo genera autoempleo y microempresa. Respecto a los clústers, o hay liderazgo y dinámicas de innovación que den resultados o se trata de agrupaciones de empresas con un envoltorio que le llaman clúster pero que no aumenta el negocio real de las empresas. Cuando se proponen atraer empresas constatan que hablar con intermediarios da resultados exiguos, y con lo de atraer talento certifican a menudo que no son capaces de discriminar (y sin discriminación no hay política de talento).
Nos movemos con parámetros de igualación, todos queremos tener todo y consideramos que, simplemente poniendo las condiciones en el territorio, algo grande va a pasar, como un demiurgo que se pone a operar espontáneamente y genera desarrollo exponencial. Pero si nos miramos la realidad desde los resultados de impacto (lo que las políticas de promoción económica consiguen añadir a la propia inercia de la realidad económica) entonces debemos convenir que apostar por todo y seguir todas las modas no va a darnos necesariamente buenos resultados. Hay que decirlo alto y claro: el benchmarking malentendido nos está matando. Menos benchmarking y más diferenciación. Innovar en políticas públicas de promoción económica es encontrar caminos distintos, atender las necesidades de proximidad y proyectar soluciones de diferenciación.
Lo primero y más importante en la diferenciación son las personas, pero es muy difícil encontrar apuestas por las personas, lo normal es encontrar apuestas por los edificios. Lo segundo es analizar lo mejor de cada trayectoria y reforzar las propias competencias. Lo tercero compaginar las necesidades de proximidad con las apuestas de posicionamiento de diferenciación real.
Las políticas de promoción económica no pueden ser clónicas o de lo contrario nos pasa que todo el mundo quiere ser Silicon Valley y no lo consigue nadie.
No solamente hay que hacer políticas públicas para favorecer la innovación, hay que aplicar innovación a las políticas públicas.
(La imagen es de Antonello da Messina)