Las universidades sin una gobernanza capaz de discriminar talento perderán talento. Sus mejores investigadores, que constituyen potentes marcas personales capaces de atrer talento y conseguir proyectos competitivos significativos, si consideran que la universidad no les facilita el desarrollo de sus proyectos, ni la marca de la universidad les aporta un valor diferencial, intentarán desarrollar institutos propios de investigación dónde la toma de decisiones y la gestión sea más fácil y eficiente. Las comunidades autónomas que no querrán perder estos investigadores les ayudarán a crear estos centros con tal de retener su talento.
Las universidades tienen un reto importante en superar mecanismos asamblearios de gobernarse y en desarrollar mecanismos serios para reconocer el talento real (el que ofrece resultados incontestables). Si impera el igualitarismo al margen de resultados, si no se discriman rescursos a favor de los que más aportan, si no se establecen mecanismos de decisión y gestión ágiles, las universidades se descapitalizarán de sus mejores talentos a corto y medio plazo. Y este efecto, que ha empezado ya en el ámbito de la investigación, da ya muestras de reproducirse en el ámbito académico en determinados programas de doctorado o de máster. Se creará una capa de oferta universitaria que escapará a mecanismos obsoletos de gestión y determinarán nuevas fórmulas institucionales que la única vinculación que tendrán con la universidad es una adscripción a efectos de titulacíón. Ejemplos, los hay.
Curiosamente la universidad, que es un territorio de talento, puede tener dificultades para retener talento, y si no sale de esta espiral de resistencias corporativas y de debates orientados al pasado, muchas universidades tendrán como principal visión la pura inercia , y eso no es bueno para nadie. Necesitamos universidades potentes y con mucho talento.