19/10/2008
Estos días parece que los partidarios del estado están de enhorabuena ante el estropicio que los capitalistas de Wall Street han causado. El estado aparece como la garantía y como cordura del sistema. Y en gran medida tienen razón porqué el desequilibrio producido en los mercados es fenomenal y deja en evidencia a los que postulan un fundamentalismo liberal de autoregulación de los mercados. Siendo todo eso cierto, no debe ser motivo para meter todo en el mismo saco y justificar todo aquello que de los estados no funciona, especialmente su enorme incapacidad de gestionar los cambios y sus insoportables ineficiencias. Pero no todos los estados son iguales ni las generalizaciones nos llevarán muy lejos. En España por ejemplo el estado funciona cuando es Banco de España y mantiene a raya al sector financiero pero no funciona cuando es educación, funciona cuando es sanidad y seguridad pero no funciona cuando es administración electrónica o innovación. Los fundamentalistas del estado aburren tanto como los fundamentalistas liberales que sienten urticaria por cualquier versión de estado.
Y lo dicho para el estado sirve también para las empresas. No todo son especuladores que se mueven eléctricamente dónde huele a dinero. Hay muchas empresas – proyecto, que son comunidad, que tienen alma, que son vocación de perdurar y que son vocación de crecer y hacer crecer a su entorno. Hay empresas orientadas a futuro, responsables y hay empresas “aquí-te-pillo-aquí-te-mato”.
Después del crash de 2008 el mundo no es blanco y negro, hay estados y empresas indeseables, y hay estados que permiten los más altos niveles de desarrollo vividos nunca y empresas que son verdaderas instituciones sociales que con su ánimo de lucro generan también valor social.
Lo que estaría bien es tener estados más dominados por funcionarios que hubieran vivido las empresas proyecto y empresas con gente que hubiera tenido experiencia en el servicio público. Eso sí que sería interesante. Las dicotomías sirven para simplificar pero no son un buen recurso para construir.
Necesitamos romper esta barrera público = bueno, privado =malo, y viceversa. Yo por ejemplo obligaría a todo funcionario a tener que vender algo en su vida o que sintiera la angustia del riesgo empresarial ni que fuera unos minutos en su vida. Y al revés, creo que sería interesante para muchos empresarios aprender a afrontar los retos de la colectividad con sentido de igualdad.
El maniqueísmo liquida la complejidad de un plumazo pero tiene poco que ver con la realidad.
Me alegro que a Paul Krugman le hayan dado el Nobel, ayuda a pensar.
Y lo dicho para el estado sirve también para las empresas. No todo son especuladores que se mueven eléctricamente dónde huele a dinero. Hay muchas empresas – proyecto, que son comunidad, que tienen alma, que son vocación de perdurar y que son vocación de crecer y hacer crecer a su entorno. Hay empresas orientadas a futuro, responsables y hay empresas “aquí-te-pillo-aquí-te-mato”.
Después del crash de 2008 el mundo no es blanco y negro, hay estados y empresas indeseables, y hay estados que permiten los más altos niveles de desarrollo vividos nunca y empresas que son verdaderas instituciones sociales que con su ánimo de lucro generan también valor social.
Lo que estaría bien es tener estados más dominados por funcionarios que hubieran vivido las empresas proyecto y empresas con gente que hubiera tenido experiencia en el servicio público. Eso sí que sería interesante. Las dicotomías sirven para simplificar pero no son un buen recurso para construir.
Necesitamos romper esta barrera público = bueno, privado =malo, y viceversa. Yo por ejemplo obligaría a todo funcionario a tener que vender algo en su vida o que sintiera la angustia del riesgo empresarial ni que fuera unos minutos en su vida. Y al revés, creo que sería interesante para muchos empresarios aprender a afrontar los retos de la colectividad con sentido de igualdad.
El maniqueísmo liquida la complejidad de un plumazo pero tiene poco que ver con la realidad.
Me alegro que a Paul Krugman le hayan dado el Nobel, ayuda a pensar.