La transferencia de tecnología universidad – empresa se basa en un mito renuente. La mayoría de veces se imagina una universidad que está a la espera que la empresa le pida soluciones de innovación. Y esto ocurre menos de lo deseado y no siempre con resultados satisfactorios. Cuando se buscan razones se arguye que la relación es poco fluida, porqué la universidad no está orientada a servir a la empresa (no entiende su lógica ni su tempo) y la empresa se exaspera al conseguir pocos o tardíos resultados y acaba buscando las soluciones en sus propios recursos o en centros tecnológicos. Siendo cierto que en muchas ocasiones esta historia se acerca a la realidad, creo que fundamenta un mito cada vez más lejano de la realidad. Ni la universidad está tan alejada de la empresa, ni la empresa sabe muchas veces lo que quiere de la universidad o cómo aprovechar el conocimiento que está en la universidad para generar soluciones que le reporten mayor competitividad.
En muchas universidades españolas hay profesores, investigadores, con ganas de desarrollar iniciativas que valoricen su conocimiento al servicio de la empresa. Algunos entienden que lo mejor que le puede pasar al conocimiento es que se comercialice porque esta es su principal vía de utilidad social en la mayoría de ocasiones. Continúan existiendo también profesores para los que trabajar con la empresa es prostituir el conocimiento pero ya en muy pocas universidades son la gente que marca la agenda real.
¿Porqué la relación universidad – empresa no funciona? En parte porque la oferta en bruto de las universidades y la demanda expresada en bruto de las empresas, contrapuestas una a otra, no son suficientes para generar proyectos compartidos. La idea de transferencia además supone que el conocimiento esta solo en una parte y se transmite a otra, y hoy el conocimiento está repartido más que nunca. Lo importe es generar un proceso de maduración para que del conocimiento compartido (por la universidad y por la empresa) salgan proyectos y soluciones relevantes.
Hay que superar el modelo basado en la transferencia de tecnología convencional gestionada por las OTRI y hay que dibujar un nuevo modelo.
Algunas de las bases del nuevo modelo son:
1) La relación entre la universidad y la empresa para que funcione necesita de intermediarios densos en conocimiento y que conozcan ambas lógicas, la de la universidad y la de empresa, especialmente la de la empresa. Las experiencias recientes de Isis en Oxford o Imperial Innovations en el Imperial College son buenos ejemplos. En muchas ocasiones el entorno empresarial no sabe expresar en forma de demanda sus necesidades, lo hace a menudo en forma de problema, de reto o de simple competitividad y este proceso ayuda a definir proyectos de solución.
2) La relación entre la universidad y la empresa formulada en términos locales o provinciales es excesivamente reduccionista y fundamente el mito de un mercado local de transferencia de tecnología que se agota pronto.
3) El enfoque de la Innovación Abierta lleva a la empresa a lógicas de innovación mucho más dinámicas y permeables, compartiendo conocimiento interno con conocimiento externo, sin fronteras, en red, con una nueva división del trabajo de innovación y en el que la universidad es un “player” más que será más o menos importante en función del talento que aporte y cómo lo aporte.
4) Las convocatorias públicas más innovadoras, tipo Cenit, favorecen más una lógica de definición conjunta de proyectos que de transferencia de tecnología clásica.
5) La cadena lineal I+D+i se mantiene pero coexiste con su cadena inversa.
6) Los intermediarios externos a la universidad, densos en conocimiento, muy orientados a proyecto y con pocos roces corporativos van a jugar un papel importante.
7) Los gestores de la innovación en la universidad deben conocer el mundo de la empresa, y es muy recomendable que hayan tenido experiencias relevantes en el.
8) Hay universidades que ya se han puesto a definir el modelo post – OTRI y empiezan a construir su oferta de innovación desde la perspectiva de la demanda.
Hay un mito que se desvanece y un nuevo modelo que emerge. El mito que se desvanece era bilateral y funcionaba mucho menos de lo necesario.
El nuevo modelo es más poliédrico y responde a un mundo dónde nadie tiene el monopolio del conocimiento, ni siquiera la universidad.
El modelo antiguo se basaba en la transferencia, el nuevo modelo pivota en la definición compartida de proyectos relevantes.
En muchas universidades españolas hay profesores, investigadores, con ganas de desarrollar iniciativas que valoricen su conocimiento al servicio de la empresa. Algunos entienden que lo mejor que le puede pasar al conocimiento es que se comercialice porque esta es su principal vía de utilidad social en la mayoría de ocasiones. Continúan existiendo también profesores para los que trabajar con la empresa es prostituir el conocimiento pero ya en muy pocas universidades son la gente que marca la agenda real.
¿Porqué la relación universidad – empresa no funciona? En parte porque la oferta en bruto de las universidades y la demanda expresada en bruto de las empresas, contrapuestas una a otra, no son suficientes para generar proyectos compartidos. La idea de transferencia además supone que el conocimiento esta solo en una parte y se transmite a otra, y hoy el conocimiento está repartido más que nunca. Lo importe es generar un proceso de maduración para que del conocimiento compartido (por la universidad y por la empresa) salgan proyectos y soluciones relevantes.
Hay que superar el modelo basado en la transferencia de tecnología convencional gestionada por las OTRI y hay que dibujar un nuevo modelo.
Algunas de las bases del nuevo modelo son:
1) La relación entre la universidad y la empresa para que funcione necesita de intermediarios densos en conocimiento y que conozcan ambas lógicas, la de la universidad y la de empresa, especialmente la de la empresa. Las experiencias recientes de Isis en Oxford o Imperial Innovations en el Imperial College son buenos ejemplos. En muchas ocasiones el entorno empresarial no sabe expresar en forma de demanda sus necesidades, lo hace a menudo en forma de problema, de reto o de simple competitividad y este proceso ayuda a definir proyectos de solución.
2) La relación entre la universidad y la empresa formulada en términos locales o provinciales es excesivamente reduccionista y fundamente el mito de un mercado local de transferencia de tecnología que se agota pronto.
3) El enfoque de la Innovación Abierta lleva a la empresa a lógicas de innovación mucho más dinámicas y permeables, compartiendo conocimiento interno con conocimiento externo, sin fronteras, en red, con una nueva división del trabajo de innovación y en el que la universidad es un “player” más que será más o menos importante en función del talento que aporte y cómo lo aporte.
4) Las convocatorias públicas más innovadoras, tipo Cenit, favorecen más una lógica de definición conjunta de proyectos que de transferencia de tecnología clásica.
5) La cadena lineal I+D+i se mantiene pero coexiste con su cadena inversa.
6) Los intermediarios externos a la universidad, densos en conocimiento, muy orientados a proyecto y con pocos roces corporativos van a jugar un papel importante.
7) Los gestores de la innovación en la universidad deben conocer el mundo de la empresa, y es muy recomendable que hayan tenido experiencias relevantes en el.
8) Hay universidades que ya se han puesto a definir el modelo post – OTRI y empiezan a construir su oferta de innovación desde la perspectiva de la demanda.
Hay un mito que se desvanece y un nuevo modelo que emerge. El mito que se desvanece era bilateral y funcionaba mucho menos de lo necesario.
El nuevo modelo es más poliédrico y responde a un mundo dónde nadie tiene el monopolio del conocimiento, ni siquiera la universidad.
El modelo antiguo se basaba en la transferencia, el nuevo modelo pivota en la definición compartida de proyectos relevantes.