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La universidad de los tercios. Décima de impresiones

10/01/2008
Ayer estuve todo el día reunido con el equipo directivo de una universidad, gente que pone horas y voluntad en un proyecto de modernizar la universidad, ponerla en una posición digna en la sociedad del conocimiento. Resumo algunas constataciones en esta décima de impresiones:
Primera. Nadie les presiona. Saben que han cambiado mucho pero que les queda mucho más por cambiar, pero no sienten presión social, no pueden esgrimir ninguna presión clara de sociedad, gobierno o grupo de presión para impulsar el cambio. Algo falla en la atención que la sociedad presta a la universidad, la crítica soto voce, cuando lo que debería es exigirla. Esto sería de gran ayuda para los equipos rectorales, que la sociedad, las empresas, los gobiernos les exigiesen resultados.
Segunda. Son un grupo de académicos que no cae en el diagnóstico infinito, que tantas veces he vivido en reuniones similares, ni tampoco buscan justificarse ante la crudeza de mis afirmaciones. Esto me ha gustado. Quizás por ello son un grupo de funcionarios que echa pestes del régimen funcionarial. El gran desastre de la universidad es que su forma de movilidad profesional es biológica. Un desastre para profesores y para el PAS. Una buena idea sería no fichar a nadie que creamos que nunca se irá de la universidad. Otra sería evitar que los mediocres controlen los procesos de selección. Curiosamente todos parecen saber quiénes son los mediocres.
Tercera. Recordando una de las magníficas descripciones de Paco Solé Parellada, hay una universidad (autoreferencial, estamental, etc.) de tres tercios. Un tercio que aporta mucho, que tiene talento, disponibilidad institucional, atienden con calidad a los alumnos, tienen convenios con empresas. Otro tercio que aporta muy poco, que cumple poco o lo justo, en el que hay algunos o muchos que nadie entiende como pudieron entrar en la universidad. Y hay un tercio que oscila en su compromiso y dedicación. La gracia está en crear una coalición de cambio entre los comprometidos y seducir a una parte significativa de los oscilantes para tomar algunas decisiones relevantes, estratégicas, valientes.
Cuarto. El límite del cambio está en los intereses particulares. Y en la universidad hay intereses particulares que a menudo se revisten del Sancta Santorum de la libertad de cátedra o de simples egos con autoestima desmesurada. Cuando se presume que se tocarán intereses particulares entonces aparece claramente el riesgo político. AL equipo rectoral lo pueden echar en el próximo claustro. Las horas y el desgaste que implica mandar un poco en una universidad son excesivos. El sistema de toma de decisiones se ve muy afectado por estas patologías de gobernanza. El tempo de la decisión es muy lento y la componenda entre intereses una fórmula habitual que además toma el nombre de proceso participativo.
Quinto. Son gente que quiere a la universidad, que la lleva dentro. Son gente a los que les duele la universidad que tienen y ponen horas para cambiarla. En concreto les preocupa mucho el PAS y sus dinámicas corporativas. Si pudieran estoy seguro que echarían a un buen número que se han apalancado y son una gran rémora para la casa, pero ya se sabe que no se echa a nadie, ni tan solo se expedienta a casi nadie que no cometa delitos fehacientes. Les falta una capa directiva potente en el PAS, el escalafón interno que imponen determinadas dinámicas sindicales es perverso, endogámico, lleva a la mediocridad y la ineficiencia. Todos los saben, pero les cuesta decir lo que piensan, es demasiado duro y tendrán que negociar los votos del PAS más pronto que tarde. Además todos vienen de una cultura que ha venerado a los sindicatos y cuando les aparecen cómo máquina de impedir, se desconciertan.
Sexto. Hablamos de internacionalización, de rankings internacionales (están mal o muy mal como casi todas las españolas). Tienen demasiados convenios internacionales que no sirven para nada o para turismo académico puro y duro. Les faltan alianzas que se conviertan en proyectos significativos y contrastados a baremos de calidad internacional. Hablamos de internacionalizar para ser “follower” de los mejores, no para consolarnos con instituciones en situación similar o peor. Creo sinceramente que se equivocan insistiendo en Latinoamérica.
Séptimo. Nos ponemos a buscar soluciones, proyectos, ideas, pequeños cambios que actúen de palancas potentes. Tienen una buena dinámica de equipo, un rector con liderazgo, un buen gerente, en general son muy razonables, pero la falta de una capa directiva potente debajo les fuerza a gestionar. Y los equipos rectorales no están para gestionar sino para gobernar estratégicamente las universidades. Y ahí les duele. No pueden poner recursos (la famosa RPT) dónde los necesitan, dónde quieren impulsar el cambio. Al final les propongo crear un espacio dónde se pueda visualizar su visión de universidad y actúe para convencer a oscilantes.
Octavo. ¿ Porqué no podemos hablar abiertamente de que nos gustaría tener a los mejores alumnos, que sería bueno competir por ellos y que fueran una fuerza interna de autoexigencia?
Noveno. Al final, la pregunta clave. ¿Nos sentimos parte de la historia o del futuro? ¿Gestionamos inercias o construimos algo nuevo? Claramente, intentar construir.
Décimo. He vivido muchas reuniones como esta. Salgo animado, lo van a intentar. Creo que acelerarán en la senda del cambio y procurarán canalizar la onda expansiva del cambio hacia una visión más presentable de universidad en el siglo XXI. Esperemos que haya suerte y no les bloqueen antes o después.
Les estoy agradecido